6 oct 2009

Una historia de ¿amor?

Y dijo él:
"Vamos a contar mentiras tralará"

Y ella sacó de su bolso negro repleto hasta el último de sus minibolsillos (interiores y exteriores) una caja de tapones amarillos de esos de goma. Se los colocó y luego volvió a bucear en su universo personal de cosas desordenadas. Esta vez extrajo un lápiz y un papel. También un estuche de lápices de colores.
Él continuaba interpretando su papel cual actor recién consagrado, pero con tanto énfasis, que en determinadas partes, parecía uno de los más reconocidos. Oscar bajo el brazo incluido.
Ella pintó una cara feliz en su papel y la recortó a modo de careta.
Bajo la pintura, a estas alturas le costaba encontrarse.
Él se había perdido hacía años luz por el mismo camino.
Nadie cambió la bombilla cuando era el momento de hacerlo.
Ambos se preguntaban qué había sucedido, cúal fue el minuto en el que sus relojes se des-ajustaron.
Y sus horas ya no volvieron a ser las mismas.

Años después, se reencuentran sin tantos miedos a flor de piel. Con relojes nuevos, deseando ponerlos en hora a la vez.

Ave Fénix

Esta mañana, el resurgir del Ave Fénix se hizo eco en mi historia por un instante, me atrevería a decir incluso que se quedó corto. Fue como si de pronto tantas palas de tierra encolmadas y derramadas por sobre mi propio tejado, se esparcieran y luego, se fueran esfumando, granito tras granito... lenta y placenteramente de mi piel, antes cubierta, completamente embadurnada, amarrada cual sombrilla a la arena, anclada en un fondo agreste. Se disipaban, y lo hacían en forma de ondas, círculos concéntricos, que al final lo único que dejan tras de sí no es ni la sombra de lo que fue el último... al tiempo que el primero, ya tan lejano, sólo puede intentar recordar lo que significó su tiempo.

Como aquel beso tan fugaz que casi ni sentiste, cuando aún ni sabías que en los labios albergabas tanto, que decir, que sentir, que probar, que besar.

Como aquel verano entre las zarzas, aún con las heridas abiertas, sangrantes, y lo mucho que me marea ese color tan rojo-espeso, y sin relajar la sonrisa ni por una milésima de segundo. Como si en ello me fuera la vida, como si en ella estuviera la clave para que todo lo demás no dejara de ser más que el decorado. Como si los escenarios de la vida perdieran su efímera relevancia, como si no fueras más que mi espejo, en el que mi reflejo ganara bastante, para qué negarlo...

El caso es que de repente sentí que todo se tornaba algo menos oscuro que de costumbre, alguien prendió la luz...

A estas horas, aún me pregunto quién ...

Esto es Absolutamente Genial.

Extracto de la película "El lado oscuro del corazón"

No te salves, Mario Benedetti