Hoy es el día por fin de (no) ser. Después de tanto tiempo siendo sin parar, comprendió que, o paraba, o paraba. No había elección. Y daba igual el resto.
Las distancias de la luz, en según qué ángulos, sobre el espejo retrovisor y la piel de su brazo derecho al contacto directo con el sol y el viento, hacían mucho más realista la huida.
No se había sentado a pensarlo. No había dado nada por sentado. Simplemente si quitó el cartel de cobarde. De paciente. De ya veremos si llega un día que cambia todo (solo) y se lanzó a por el cambio que quería, que necesitaba con cada uno de los poros de su piel. Hasta el más recóndito. Hasta el último.
Ya no había nada más que el sonido de la música que había elegido especialmente para la ocasión, el viento y su cuerpo sobre la hierba mojada. Todo lo demás estaba ya tan lejos que ni palpitaba, que le corroía el óxido por fuera y por dentro de tan poco usar. Y no venía de ahora. Siglos atrás las cosas eran bien distintas.
Hoy es el día por fin de ser. Después de tanto tiempo (no) siendo sin parar, comprendió que, o arrancaba, o arrancaba. No había elección. Y daba igual el resto.