23 abr 2011

Aparcada

Las burbujas de la copa de champagne aquella noche se salían por encima del borde, con manchas de rojo-labios por todas partes. Para variar, escapaban, delicadas, de puntillas, sin hacer el más mínimo ruido, desequilibrándole el epicentro de las pestañas rizadas artificialmente. Dejó la copa recién repuesta descansar en el suelo. Junto al tacón partido. Aún no sabía cuál había sido la razón de que se le hubiera reducido a la mitad en aquel trayecto corto entre su pasado y su presente. Tan corto que se le antojaba un sueño. Algo irreal. Tanto, que sólo era fruto de su imaginación. Lo que fue y lo que es. Todo.
Cursiva
Las paredes se fusionaban con la efervescencia de su interés a plazos. De su impaciencia, del erizo que escondía bajo una coraza maquillada hasta el último entresijo. De su corazón remendado y con rodilleras, coderas y hasta protector bucal.

Al despertar junto a todos los resquicios de una fiesta inexistente, envuelta en folios sin un sólo espacio libre. En tiempos del blanco ausente. El ruido de sus vecinos corriendo, el coche que no arranca y la señora que habla alto. La calle en su ventana. La vida estallándole en la cara. Y ella... aparcada. En doble fila. Siempre a la espera de lo que está por venir. Y por si acaso, tacones y pintalabios rojo. Día sí y día también. Pero su príncipe más bien verdoso ya por el paso del tiempo, y sin caballo blanco, debía estar en un atasco. Y el aire acondicionado en invierno le hacía un flaco favor a su frío crónico. Anclada su mirada. En el flujo incesante de barcas varadas. Con más en el aire que por tierra. En orillas con menos arena que algas. Con más pisadas que charcos. Con menos pájaros en mano, que volando.

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Esto es Absolutamente Genial.

Extracto de la película "El lado oscuro del corazón"

No te salves, Mario Benedetti