La cuestión es que en mi estupor, y la sensación más intensa que había experimentado nunca, de no dar crédito a lo que veía... O más bien, por el hecho de no ver(me), no paraban de aparecer preguntas.
¿Entonces el espejo miente? ¿O soy yo la que creo verme por simple rutina?
Si no me reconozco ni a mi misma, ¿cómo conocer a nadie más?
Si un día te despiertas con mil preguntas en perchas sobre la almohada y con un montón de rayas en lugar de imágenes o letras. Codificada. Con nudos que se extienden hasta los dedos de los pies... ¿Qué hacer? Desenredar algunos embrollos nos podría llevar una vida, o dos... Y dicen que a veces es mejor no tirar de la cuerda.
Llevo todo el día con la mano puesta justo en la intersección de los límites de las fibras de esa cuerda. Pero no tengo fuerza suficiente para un golpe seco y certero. Que desenredara algo o, sencillamente, arramblara con lo que encuentre a su paso.
He decidido volverme a auto-presentar, a ver qué pasa.
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