Me perdí y encontré el mismo día, en tiempo récord, en aquella ciudad sin nombre tan cerca del mar que ni recuerdo hasta dónde me empapaba la piel. Y el pelo. Estaba tan sumergida que el sol no me llegaba. La luna sin embargo siempre fue más lista y elegía estrategias mejor estudiadas. Me bañé de lunas y esperé a dormir absteniéndome de todas mis ganas, para que la cama me pillara por sorpresa, como si fuera la primera vez. Y lo hizo. Y la deshice. Y nos hicimos las dos.
Pero el mar ya nos quedaba muy lejos.
Aunque las gaviotas no se me fueron de la cabeza. Aún me vuelan y sobrevuelan los tiempos y espacios, para que me sigan pasando desapercibidos, para que las cosas casuales se conviertan en norma y los momentos buenos se me adhieran a la piel sin intención de irse. Escapar ya no es la prioridad, eso ya lo he hecho demasiadas veces. Ahora mismo me toca morderlos, ponérmelos entre la ropa exterior y la interior. Sobre el maquillaje y bajo la crema hidratante. Para que vayan conmigo.
Que ya se sabe que en los bolsos de las chicas nunca se encuentra nada...
decirlo todo sin decir nada, perdernos para encontrarnos después...
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